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El filtro de partículas o FAP, se monta ocasionalmente en los modelos diésel actuales. Presente en la línea de escape, este filtro un tanto particular, permite bloquear, almacenar y eliminar a alta temperatura las partículas de carbono y los hidrocarburos no quemados presentes en los gases de escape que pueden ser perjudiciales para la salud. Garantiza un funcionamiento muy «limpio» que participa en la conservación del medio ambiente, incluso durante el arranque en frío. El filtro de partículas debe revisarse con frecuencia, puesto que puede saturarse y provocar averías o una pérdida significativa de la potencia. Se trata de una pieza de desgaste cuya vida útil varía en función del uso del vehículo.

Se trata de dos sistemas diferentes, pero el principio de funcionamiento es el mismo: un material de desgaste unido a un soporte metálico (las pastillas o las zapatas) roza contra un disco o un tambor solidario a la rueda para ralentizar o detener su movimiento y transformar la energía cinética en calor. Por norma general, los vehículos urbanos o compactos disponen de un sistema mixto de discos en la parte delantera y tambores en la parte trasera; la fuerza de frenada de estos últimos es menor.

Asimismo, podemos encontrar frenos de disco en las cuatro ruedas en los vehículos más voluminosos, que exigen una capacidad de frenada mucho mayor de acuerdo a sus dimensiones, su peso y sus prestaciones. Aproximadamente el 70% de la fuerza de frenada se ejerce en la parte delantera, por lo que el desgaste normal es más pronunciado en los discos y las pastillas delanteras

El antibloqueo de frenos, o ABS, es un elemento de seguridad importante que permite mantener el control del vehículo evitando el bloqueo de las ruedas, y por tanto, permitiéndoles conservar su poder direccional. Cuando las ruedas se bloquean, cualquier acción sobre el volante no surtirá efecto: el vehículo se «desliza» en línea recta, sobre todo en suelo mojado. Con el ABS, es posible evitar una colisión esquivando el obstáculo, incluso durante una frenada de emergencia. El ABS funciona a través de una central hidráulica gestionada electrónicamente que, en una frenada de emergencia, genera una presión intermitente mediante tirones rápidos; algo similar a una frenada por impulsos. El bloqueo seguido de una disminución de la presión en milisegundos permite a las ruedas frenar de manera eficaz mientras continúan girando: el poder direccional y la capacidad de frenada máxima se preservan y las ruedas no se bloquean.

Es probable que el problema se deba a una deformación de los discos (están alabeados) o a un desgaste importante de los discos y las pastillas. El sistema de frenos se desgasta con mayor rapidez con una conducción dinámica o con el uso del vehículo en ciudad. La vibración puede proceder de un disco que se haya solicitado de manera intensa en frío y cuya superficie ya no es plana. Al girar, el disco «oscila», y en caso de frenada, genera vibraciones, y en ocasiones, un ruido anormal. Si las vibraciones cesan pero el ruido persiste, puede tratarse de un desgaste importante de las pastillas provocado por la falta de material de desgaste. El disco de freno estará por tanto en contacto directo con el cuerpo metálico de la pastilla. Atención, en este caso, ¡el disco puede dañarse en decenas de kilómetros!

Puede tratarse de varios problemas, aislados o relacionados. En primer lugar, la causa puede ser el desgaste de las pastillas de freno. Esto significa que su grosor ya no garantiza una frenada eficaz. Es momento de sustituirlas. Otra posibilidad es que el nivel de líquido hidráulico sea demasiado bajo. En tal caso, no espere más para llevar el vehículo a un taller profesional y realizar la revisión del sistema lo antes posible. Se debe tener en cuenta que, con el tiempo, el líquido hidráulico de frenos se carga de humedad y pierde su eficacia. Debe sustituirse al menos cada 2 años o cada 60.000 km, según las recomendaciones del fabricante

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